Principiante

El camino largo y sinuoso: La odisea profesional de un fotógrafo de viajes

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Durante los años en los que Robert Knight construyó su destacada carrera como fotógrafo de viajes, había un rival bastante apremiante que competía por su interés y su desempeño por la fotografía: el canto de sirena del rock and roll.

De hecho, la música podría haber corrido con ventaja de no haber sido por el problema de que no podía vivir de ella. Viajar, en cambio, era una historia muy diferente.

Afortunadamente, tuvo éxito en ambos.

La historia de los dos amores presentes en su vida fotográfica comienza en el paraíso.

Planes de vuelo

”No me gustaba vivir en Hawái cuando era un adolescente”, afirma Robert.

Espera, ¿Cómo dices? ¿Alguien al que no le gusta vivir en el paraíso?

“No surfeaba. No iba a la playa. Y hacía mucho calor”, cuenta como modo de justificación. “No había nada para hacer. Piénsalo: estás en una isla y no te gusta el agua”.

Así que pasaba gran parte de su tiempo en el aeropuerto, viendo despegar a los aviones. Es lógico: no eres feliz en el lugar en el que vives, ¿por qué no imaginarte yéndote de ahí?

“Así me divertía”, dice Robert. “Tomaba un autobús al aeropuerto, y en el camino soñaba que me iba a lugares exóticos”.

Un día, mientras se retiraba del aeropuerto, encontró una copia de la guía oficial de aerolíneas (OAG, por sus siglas en inglés) cerca de un cesto de residuos. “Contaba con los horarios de cada aerolínea del mundo”, cuenta Robert, “y también había un libro afín que enumeraba todas las rutas y las tarifas. Estudié todo lo que allí se encontraba e imaginé los viajes que haría, y cómo encontraría conexiones en determinada ciudad con determinada aerolínea en determinado aeropuerto, y ese tipo de cosas”.

Eran todas fantasías, todos sueños, hasta que un día en 1966, los Rolling Sones fueron a Hawái en la última etapa de una gira norteamericana y cambiaron la vida de Robert.

“Fue a mediados de los años sesenta, era un niño y solo tenía una idea en la cabeza: tengo que descifrar cómo ir a Londres”.

Pero primero tenía que ir a Oregón a ver a sus abuelos, así que entró en una agencia de turismo y le mostró al agente cómo podía hacer todas las conexiones de primera clase hasta allí y volver gastando menos dinero que el costo del viaje. «El chico dijo, “Deberías trabajar aquí”.» 

A seis meses de cumplir 16 años, Robert comenzó a trabajar allí. Trabajaba después del colegio y durante los fines de semana, y eventualmente se ganó un boleto de primera clase para ir a cualquier lugar en el mundo que quisiera. Por supuesto, eligió Londres y pasó el verano ahí.

En Londres estaban pasando una película... Se llamaba “Deseo de una mañana de verano”... Y la vida de Robert volvió a cambiar. “Fue como, bueno, no sé tocar la guitarra, pero tomar fotos es algo que quizás pueda hacer”.

Cuando regresó a su casa en Hawái, consiguió un trabajo como caddie en un club de campo hasta que tuvo el dinero suficiente para comprar una cámara Nikon y tres lentes. «En mi mente, no podías ser fotógrafo sin una Nikon porque David Hemmings usaba una Nikon en “Deseo de una mañana de verano”».

Ya con todo en su lugar (viajes, rock and roll, Nikon), Robert se dirigió a San Francisco.

“Tenía que ir a la universidad, eso estaba claro, pero había leído que Bill Graham iba a representar a todas y a cada una de mis bandas preferidas y quería fotografiarlas tocando en el Fillmore West. Así que investigué sobre eso y descubrí que había una universidad llamada Instituto de Arte de San Francisco y ahí es donde me dirigí”.

En San Francisco había clases y conciertos. “Tomaba fotos todo el tiempo. Compraba un boleto, entraba y la gente se hacía a un lado; tenía la cámara, ¿no es así? Iba hacia el escenario, ahí estaba Jimi Hendrix, y lo fotografiaba. Así eran las cosas en ese entonces. No tenía ningún cliente, todo era para mí. Creo que una vez gané $50 por sacarle una foto a un afiche de Grateful Dead”.

Con el tiempo, logró que la revista Rolling Stone lo enviara a Los Ángeles a fotografiar a Led Zeppelin. “No tenía la edad suficiente para entrar al concierto, así que me escabullí con la banda como uno de los técnicos musicales que viajaba con ellos”. 

Por supuesto que lo hizo. Así eran las cosas en ese entonces.

Regreso a las islas

Robert sabía que su pasión era la fotografía, pero no ganaba mucho dinero con las fotografías de rock and roll; los fotógrafos más conocidos vivían en Los Ángeles y tenían contratos con las compañías discográficas, así que abandonó la universidad y volvió a Hawái, donde se podía ganar dinero con la fotografía turística.

“Tenía habilidades fotográficas y decidí comenzar a trabajar con la fotografía en hoteles. Es probable que haya fotografiado cada hotel de Hawái dos o tres veces”. Primero se puso en contacto con una cadena hotelera, luego con una agencia de publicidades, luego con oficinas de visitantes, luego con aerolíneas y con líneas de cruceros... Bueno, ustedes se hacen una idea. Mientras tanto, seguía fotografiando conciertos para su disfrute, a veces para una revista hawaiana gratuita. “Entre 1970 y 1980 creo que tomé fotos en todos los conciertos que venían a Hawái. Conocía a los promotores y había trabajado con ellos, sugiriéndoles bandas y haciéndome cargo de ellas cuando llegaban a Hawái. Pero lo único que me generaba una ganancia verdadera eran las fotografías que tomaba en los viajes alrededor del mundo”.

Sin embargo, cada vez que podía, intentaba que sus horarios coincidieran con conciertos y visitas a clubs. “Cuando Led Zeppelin o Jeff Beck estaban en Londres, o en cualquier lado, yo también estaba ahí”.

Con el paso de los años, Robert creó un archivo alucinante con imágenes de músicos de rock, jazz y blues. Igual de asombroso es el hecho de que siempre fue dueño de todo lo que fotografiaba y, fue cuando conoció un agente que le ofreció representarlo, que nacieron las exposiciones de sus fotografías en el ámbito de la música. “Lo relacionado a la música comenzó a cobrar importancia”, cuenta Robert. Comenzó a involucrarse más y más en el mundo de la música y a aparecer en tapas de revistas y en el mundo de la publicidad. Incluso se convirtió en el fotógrafo de giras de bandas exclusivas.

Lo que se viene es el bar de vinos y rock and roll que él y su esposa, la fotógrafa Maryanne Bilham, van a abrir en Auckland, Nueva Zelanda. “Va a tener nuestras fotos de rock en las paredes, y va a ser un espacio para bandas jóvenes y emergentes. Estoy trabajando con bandas jóvenes y dirigiendo a algunas de ellas también”.

Su fotografía de viajes hoy en día consiste en las imágenes que toma mientras viaja con Maryanne. Algunas de ellas pueden llegar a ser parte de un libro que se encuentra en curso que tendrá las imágenes de sus viajes. Quizás algunas aparezcan en el bar de Auckland, nada está dicho.

Todo sigue en su lugar: viajes, rock and roll, Nikon.

De todas maneras, la música no se detiene.

Alrededor del mundo con tres lentes

A Robert Knight le gusta atenerse a lo básico: dos cuerpos (hoy en día el D5 y el D800 de repuesto) y tres lentes (hoy en día son el AF-S NIKKOR 16-35 mm f/4G ED VR, el AF-S NIKKOR 24-70 mm f/2.8G ED y el AF-S NIKKOR 70-200 mm f/2.8G ED VR II, aunque también agregó AF-S VR Micro-NIKKOR 105 mm f/2.8G IF-ED, más que nada para retratos y trabajos en primer plano).

Las sugerencias de Robert para conseguir las mejores fotos de viajes están relacionadas a su consigna de trabajo: tomar fotos que despierten en la gente ganas de visitar el lugar. Puede nombrar esas imágenes “fotos del cielo azul”; cuando no hay mal tiempo y con muy pocas nubes en el cielo.

Puede observar las imágenes de Robert en su página web, robertmknight.net, y en knightbilhamphoto.com, donde también encontrará fotos de su esposa, Maryanne Bilham. Su libro, Rock Gods: 50 Years of Rock Photography, fue publicado en enero de 2018.

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